Con gusto agridulce: claves para entender la participación en el plebiscito chileno

Analizando los datos en detalle, no hubo un salto exponencial en las tendencias de las últimas elecciones nacionales como esperaban los promotores de la reforma. La euforia, el éxtasis y la algarabía del domingo no deben ser empañadas, pero sí deben ser alertadas.

El resultado del plebiscito por la reforma constitucional en Chile, celebrado el domingo pasado, tomó por sorpresa a propios, ajenos, analistas, transeúntes ocasionales y hasta a despistados. Las propias características del voto voluntario en el país trasandino dificultaban que las encuestas pudieran tener algún grado de certeza sobre el posible resultado. Esta vez, para bien, se equivocaron. Y otra vez un referéndum sorprende al mundo con su resultado.

Según los datos del escrutinio provisorio con el 99,85% de las mesas escrutadas, la victoria del Sí a la reforma fue contundente (78,27% a 21,73%), al igual que el mecanismo de reforma constitucional por una convención pura (78,99%) frente a la convención mixta (21,01%). El mensaje fue claro y contundente: hay que refundar constitucionalmente el país, y lo tiene que hacer un órgano con la legitimidad popular suficiente. Comenzó otra etapa de la transición chilena post 1989, la segunda.

Pero la claridad y la contundencia vinieron con un sabor agridulce, hasta amargo pueden decir los pesimistas. La euforia, el éxtasis y la algarabía del domingo no deben ser empañadas, pero sí tienen que ser alertadas. La culpa la tiene la participación electoral: viendo los datos en detalle, no hubo un salto exponencial en las tendencias de las últimas elecciones nacionales como, tal vez, esperaban los promotores de la reforma. Entremos a los datos.

Lo que sucedió

La discusión por la participación electoral en Chile viene de hace tiempo. Numerosos trabajos académicos se han dedicado a estudiar la cuestión. Como pasa con todos los comportamientos políticos, depende de las reglas del juego. Acá tenemos que separar dos momentos que se parten en el año 2012. Antes de esa fecha, el sistema que regía establecía la inscripción voluntaria y el voto obligatorio: esto es, los mayores de edad elegían inscribirse o no en el padrón electoral, pero una vez hecho esto tenían la obligación de concurrir a votar. A partir del año 2012, y con ley impulsada por Sebastián Piñera en su primer gobierno, se adoptó el sistema de inscripción automática y voto voluntario. A partir de acá, todos los ciudadanos mayores de edad se incorporaron directamente al padrón electoral sin tener que registrarse, pero el voto pasó a ser optativo para cada uno de ellos.

De esta manera, para analizar la evolución de este fenómeno desde 1989 hay que discriminar entre  ciudadanos (personas en condiciones de votar según la ley), inscriptos (registrados en el padrón voluntario hasta 2012 y obligatorio en adelante) y participación (que puede calcularse en votantes/ciudadanos o bien votantes/inscriptos).

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Ahora bien, la cara dulce de la moneda muestra que el resultado del plebiscito constitucional fue positivo en términos de participación electoral. En el gráfico a continuación se puede ver como la cantidad de votantes que concurrieron a expresar el apoyo o el rechazo es el más alto desde el retorno a la democracia. Incluso más que en las elecciones generales de 1993, las segundas celebradas. Esta cara fortalece aún más la euforia al continuar el repunte de la participación que se inició a partir de las elecciones 2017, las segundas después de la reforma del sistema de votación.

Fuente: @facucruz

En un contexto de pandemia, estos valores son sin duda positivos. De hecho, en aquellos distritos donde más se estuvo sintiendo el Covid-19 fue donde más creció la participación electoral respecto de las elecciones 2017. Según este informe del Centro Producción del Espacio crecieron los votantes que concurrieron a las urnas en la Región Metropolitana (Santiago de Chile y alrededores) y en las capitales regionales. En cambio, los distritos donde cayó fueron los más rurales, menos poblados y más alejados de las movilizaciones de octubre pasado.

Pero la cara agria de la moneda muestra que el repunte en la participación tiene que ser matizado. Si observamos la proporción de votantes sobre la población en condiciones de votar se percibe una tendencia sostenida a la baja desde el retorno a la democracia y hasta la fecha. De hecho, esa caída es fuerte a partir de 2012 y apenas repunta en las últimas elecciones. Esto se produce a medida que aumenta no solo la cantidad de ciudadanos sino también la cantidad de inscriptos, tanto pre como post reforma. Más chilenos pueden ir a votar cada período, pero no todos salen de sus casas.

Fuente: @facucruz

Si observamos el mismo gráfico pero considerando inscriptos en lugar de ciudadanos la caída es más fuerte, producto del cambio en el sistema de registro que pasa de ser voluntario a compulsivo.

Fuente: @facucruz

Lo agrio puede ser más que lo dulce si observamos un ranking de participación electoral de todas las elecciones nacionales 1989. Considerando la proporción de votantes sobre ciudadanos, el plebiscito constitucional se ubica en el puesto 11° de la tabla. A eso se suma que el involucramiento activo en el proceso de reforma está apenas por encima de otras elecciones post reforma del 2012.

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Fuente: @facucruz

El nivel de participación electoral alcanzado es un dato político. El plebiscito constitucional del domingo pasado fue presentado como una oportunidad histórica iniciada en el octubre rojo del año pasado para refundar institucionalmente un país entero, y la Carta Magna chilena apareció en el centro de esa escena como un vestigio del régimen militar de Augusto Pinochet que aún no había sido reformado legítimamente (sí tuvo 52 reformas en distintos artículos). Si la demanda era por un nuevo contrato social para el Chile presente y el del futuro, entonces el proceso en su totalidad se hubiera fortalecido mucho más con un mejor puesto en el ranking. Esto es una señal, tanto para promotores como obstructores del proceso. Será lema de campaña para ambos bandos.

Lo que viene

Que lo agridulce no disguste porque el partido recién comienza. De acá en adelante hay 3 claves para observar. En primer lugar, lo que se votó el domingo pasado es la voluntad de reformar la constitución y el mecanismo para hacerlo. Ahora se viene un calendario electoral apretado donde se pondrán en discusión reglas, actores y poder político: los convencionales constituyentes serán elegidos junto con las municipales y regionales para gobernadores. Para la segunda mitad del año quedarán las primarias presidenciales, legislativas y el eventual ballotage presidencial. Y en el segundo semestre 2022 se celebrará el plebiscito de ratificación del nuevo texto constitucional, que será con voto obligatorio.

En segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, los partidos políticos (viejos y nuevos) y los movimientos sociales surgidos al calor del octubre rojo tendrán el desafío por delante de impulsar agendas, propuestas y candidatos para cada una de las instancias electorales, pero sobre todo para alcanzar la suficiente cantidad de bancas en la convención que los convierta en actores necesarios para los consensos. Acá los desafíos se separan. Para los partidos políticos tradicionales, como bien indica Juan Pablo Luna, el reto es renovarse: si la ciudadanía votó nueva constitución, querrá nuevas caras e ideas. Para los partidos más nuevos y, en particular, para los movimientos sociales, llegó el momento de institucionalizarse y consolidarse. Hará falta experiencia política y parlamentaria junto con capacidad organizativa interna para poder tener peso decisor en la refundación. Pasar de la calle a las bancas.

En tercer lugar, la disputa política y la polarización chilena tendrán su rol. La convención tendrá como regla de aprobación los 2/3 de los 155 integrantes que levantarán la mano o bajarán el pulgar. Esto demandará amplios consensos entre los actores que ingresen, pero también dará posibilidad de bloqueo a aquellos poco interesados en que la nueva constitución incorpore las nuevas demandas ciudadanas. En este punto es donde quienes convocaron al rechazo a la reforma, volcados a la derecha del espectro político, tendrán una oportunidad para evitar que la votación exitosa del domingo pase a ser derechos, obligaciones y reglas.

El juego sigue. Que lo dulce tape lo agrio.

Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy me encuentran dando clases en UBA y UTDT. Me encantan las elecciones y me sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tengo es aprenderme la historia de los partidos políticos. Creo que la política marida muy bien con un tinto.