Pobreza y empleo: ¿qué significan los últimos números del INDEC?

Según las cifras oficiales, más del 40% de los argentinos es pobre. Asimismo, a tono con la caída de la producción, el mercado laboral se contrajo un 20,9% interanual.

En los últimos días, el INDEC dio a conocer varios datos económicos y sociales correspondientes al segundo trimestre de 2020. Previsiblemente, los resultados fueron durísimos: el PBI argentino se contrajo 19,1% interanual, la mayor caída de la que se tenga registro.

Esta caída, sin embargo, no es única para Argentina: está en línea con la registrada por Francia (-18,9%) y México (-18,7%), fue inferior a la de Reino Unido (-21,7%), España (-22,1%), India (-23,5%), Ecuador (-23,5%) y Perú (-30,2%),  y superior a las caídas también récord que experimentaron Estados Unidos (-9,1%), Uruguay (-10,6%), Alemania (-11,3%), Brasil (-11,4%) o Italia (-17,7%). De las principales economías del mundo, la única que creció fue China (+3,1%), que había sufrido el peor trimestre en cuatro décadas al comienzo del año. De este modo, el segundo trimestre de 2020 será recordado posiblemente como el peor registrado en la historia global.

Empleo: similitudes y diferencias con otros países

A tono con la caída de la producción, el empleo se contrajo severamente en el segundo trimestre de 2020. De acuerdo al INDEC, el empleo en los 31 aglomerados urbanos cubiertos por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) se contrajo 20,9% interanual, una magnitud similar a la caída del PBI. La EPH cubre el 63% de la población nacional: el 37% restante lo explican un 9% de población rural y un 28% de población residente en ciudades medianas o pequeñas. En las regiones no cubiertas por la EPH -donde las actividades agropecuarias, que nunca dejaron de funcionar, tienen un mayor peso- la afectación en materia de empleo fue inferior. De este modo, la contracción del empleo en el conjunto del país fue algunos puntos menor, aunque conoceremos con precisión su magnitud en unos meses, cuando el INDEC muestre los datos de empleo de todo el país en su Cuenta de Generación del Ingreso). Con todo, aun teniendo en cuenta esta variable, el retroceso del empleo del segundo trimestre no tuvo precedentes.

Si miramos en perspectiva comparada encontramos magnitudes similares en otros países latinoamericanos. En Colombia, el empleo se contrajo 22%; en Chile, lo hizo en 20%; en México, en 19,5%; en Perú (en la región metropolitana de Lima), la baja fue del ¡55%!. Aun Brasil, con una política que descuidó fuertemente el terreno sanitario, tuvo caídas históricas en el nivel de empleo (-10,8%). En los países europeos, y pese a caídas del producto de dos dígitos, el empleo se mantuvo mucho más: -2,6% en promedio, con la mayor afectación en España (-7,6%). La razón tiene que ver con la enorme diferencia en la estructura del mercado laboral europeo respecto al latinoamericano: el primero es altamente formal; el segundo, muy informal y con elevado componente cuentapropista.

En efecto, en Argentina en el segmento formal se observan caídas comparables con Europa (-2,7% cayó el empleo asalariado formal privado entre febrero y junio de acuerdo al Ministerio de Trabajo), producto de políticas como el ATP (asistencia en el pago de salarios por parte del Estado), la prohibición de despidos y los acuerdos por suspensiones. Sin embargo, la gran diferencia está en la mitad de nuestro mercado de trabajo que es informal o cuentapropista: el empleo no registrado se contrajo 43% interanual en Argentina, en tanto el cuentapropista lo hizo en 29%. Las enormes caídas del empleo en otros países latinoamericanos obedecen, a grandes rasgos, al mismo fenómeno: el elevadísimo peso de las modalidades precarias en la estructura ocupacional.

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Pobreza: un salto predecible

La brutal retracción del empleo ocasionada por la pandemia -en particular, en las modalidades más precarias- generó un previsible y doloroso salto de la pobreza y la indigencia. Entre los primeros semestres de 2019 y 2020, la pobreza trepó en 5,5 puntos porcentuales (del 35,4% al 40,9%), en tanto que la indigencia lo hizo en 2,8 puntos porcentuales (del 7,7% al 10,5%). El INDEC publica los datos de pobreza e indigencia de modo semestral, para que siempre haya un aguinaldo contemplado en la medición (en los trimestres en donde se computa el aguinaldo -los impares-, la pobreza tiende a bajar aproximadamente 1,5 puntos respecto a los que no tienen aguinaldo -los pares-). Ahora bien, si descomponemos el 40,9% del primer semestre de 2020 encontraremos que en el primer trimestre del año la pobreza fue similar a la de 2019 (34,6%), en tanto que en el segundo trimestre se disparó al 47,2%. Esto se debe a que, producto de la caída del empleo, se contrajo 16,1% el ingreso disponible promedio de los hogares.

Como veremos a continuación, por cuestiones de calendario de pagos el impacto del IFE fue bastante acotado en esta medición del INDEC, y se reflejará mucho más en la del tercer trimestre. Si bien no contamos con datos uniformes, tanto por las diferentes exigencias en las canastas de pobreza de los países, como por el hecho de que no todos publican información de modo semestral, estimaciones de organismos como la CEPAL y analistas e instituciones de cada país muestran que, aquí también, la situación del país aparece en línea con los impactos regionales.

Lo que hace diferente a la Argentina respecto a otros países no es el impacto de la pandemia, sino la magnitud de la caída observada durante la segunda mitad del gobierno de Cambiemos. En ese caso, el ajuste de los ingresos reales no se dio tanto por la vía del empleo (que, en efecto, creció -bajo modalidades precarias-) sino porque los ingresos laborales corrieron muy por detrás de una inflación, que en 2018-19 tocó el mayor nivel desde 1991.

El gráfico a continuación muestra qué pasó con el poder adquisitivo de los hogares -según estrato de ingresos- en la crisis económica que se generó durante el gobierno anterior frente a la crisis económica desatada por la pandemia. Las barras azules muestran cuánto se contrajo el poder adquisitivo en cada decil de ingresos entre el cuarto trimestre de 2017 y el segundo de 2019. Las barras naranjas muestran lo mismo para el período que va del segundo trimestre de 2019 al segundo de 2020 y, por tanto, recoge el efecto del coronavirus.

Como se observa, el deterioro del poder adquisitivo es prácticamente idéntico: no es casualidad que la pobreza haya subido casi 10 puntos entre el cuarto trimestre de 2017 y el segundo de 2019 (de un 26% a un 36%), y que haya subido otros once puntos (del 36% al 47%) desde entonces. En promedio, el ingreso real de los hogares se contrajo 15,6% con la crisis del gobierno anterior y 16,1% por el COVID-19. El 10% más pobre fue el más afectado en ambos casos, con caídas casi idénticas (en torno al 28%). Esta mayor afectación del decil más pobre explica por qué la desigualdad subió tanto entre 2017 y 2019 como entre 2019 y 2020.

El terrible dato del segundo trimestre de 2020 conjuga todos los efectos negativos juntos: al enorme desplome del empleo se le combinó un relativamente efecto acotado del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que otorga $10.000 por ronda a 9 millones de trabajadoras y trabajadores informales, cuentapropistas y desocupados. El punto es el siguiente: INDEC pregunta por los ingresos del mes anterior. Esto es, en el segundo trimestre de 2020 está relevando, en rigor, los ingresos percibidos en marzo, abril y mayo, de gravísima afectación económica. Y no solo eso: la primera ronda del IFE se comenzó a pagar a fines de abril y se terminó de pagar en junio, mes en el que también se inició el pago de la segunda ronda. Por lo tanto, en el relevamiento de INDEC solo se captó el IFE pagado entre fines de abril y el 31 de mayo, que no alcanza ni siquiera a una ronda completa. En el tercer trimestre pasará lo contrario: se capturará el IFE pagado en junio-julio-agosto, que tiene: a) un remanente de la primera ronda, b) la segunda ronda completa (junio-julio), y c) el inicio de la tercera ronda (agosto). Y todo eso con mayores niveles de empleo a los del segundo trimestre, ya que la economía comenzó a recuperarse y el empleo informal y cuentapropista a revitalizarse gradualmente.

De este modo, el relevamiento que hace INDEC respecto al tercer trimestre de 2020 debería arrojar un panorama muy diferente al del segundo, tanto por mayores ingresos laborales (por la reactivación de parte del empleo) como no laborales (por un mayor impacto del IFE). Esto último debería tener impactos significativos en la desigualdad, en la pobreza y, particularmente, en la indigencia.

Cuando la pandemia haya terminado (y, por tanto, el paquete de asistencia como el IFE también) sabremos a ciencia cierta las consecuencias del COVID-19 en los indicadores sociales, que ya venían deteriorándose producto del pésimo bienio 2018-19. Pese a sus crisis, Argentina ha podido edificar políticas de seguridad social muy amplias para la media latinoamericana (con universalización de cobertura tanto en la niñez -vía AUH- como en la vejez -gracias a las moratorias jubilatorias introducidas a partir de 2005-). El desafío para los próximos años es lograr recomponer el mercado laboral, que se ha precarizado en los últimos años y que ha sido altamente golpeado por la pandemia. Ello sin dudas remite a dos grandes ejes: retornar al crecimiento económico (con sustentabilidad macroeconómica) por un lado y transformar la matriz productiva por el otro. El desarrollo productivo es esencial no solo para ahorrar dólares (exportando más) y por tanto poder crecer más sino también para que el mercado laboral sea cada vez más formal y menos precario de lo que es hoy día.

Director del Centro de Estudios para la Producción (CEP-XXI) en el Ministerio de Desarrollo Productivo.