TikTok y el fin de la globalización

Trump veta la aplicación del momento. Explosiones profundizan la crisis del Líbano. La detención de Uribe sacude a Colombia.

¡Buen día!

Volvieron las semanas de caos. Trump quiere vetar la aplicación que vuelve loco a tu primo y que vos te preguntas si da que te la bajes, para probar, nomás, total qué importa el qué dirán (no lo hagas). Hay una explosión en el Líbano y un Rey emérito se fuga al Caribe. Encarcelan al político más importante de Colombia. Hay vacuna. ¿Hay vacuna? Y así. Todo se apila. Pero hace calor y pienso en Martín Guzmán cerrando un acuerdo de deuda millonaria por Zoom a la madrugada y siento que puedo, que esta semana sí, que venga el 2020 con toda su potencia.

Empecemos. 

TIK TOK CORAZÓN: ACÁ TENES MI VETO PARA EL FIN DE LA GLOBALIZACIÓN

Es tan fascinante como revelador lo que está pasando con TikTok, la aplicación del momento que tiene más de 800 millones de usuarios activos en todo el mundo y es particularmente atractiva en centennials. La semana pasada Trump anunció que la prohibiría en Estados Unidos por razones de seguridad nacional. El lunes pateó el veto por 45 días a condición de que Microsoft se haga con el control de la empresa en el país. 

TikTok, que es parte del grupo empresario ByteDance, es la primera red social de origen chino que se vuelve global y logra penetrar en Estados Unidos. Este es un primer punto para entender la dimensión del asunto. Dice bastante el hecho de que la única manera que ahora tiene la app para sobrevivir sea venderse a capitales estadounidenses. 

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Hoy te propongo una mirada rápida sobre tres tableros en los que impacta el tema: Estados Unidos, China y el futuro de internet. 

  1. Libertad con asteriscos

“TikTok es para el Black Lives Matter lo que Twitter fue para la Primavera Árabe”, le dijo Kareem Rahma, un influencer que se hizo conocido por subir videos en pleno estallido en Minneapolis, al New York Times. TikTok, que tiene más de 160 millones de descargas en Estados Unidos, es un fenómeno cultural. Ocupó un lugar crucial en las protestas desatadas luego del asesinato de George Floyd y lo sigue haciendo en plena campaña electoral. No está de más recordar que fueron usuarios de la aplicación, mayormente adolescentes, quienes boicotearon lo que iba a ser el gran relanzamiento de la campaña de Trump en Tulsa, Oklahoma. Y es mucho más que una plataforma de activismo. 

La prohibición de una red social es algo sin precedentes en el país. De hecho no es claro cómo se llevaría a cabo: Estados Unidos no tiene leyes que indiquen cómo bloquear software, como sí tienen países como China, Rusia o India. Una alternativa podría ser impedirle a la empresa comerciar con compañías nacionales, la lista negra en la que ya se encuentra Huawei. Pero aún así no es claro cómo se avanzaría y cuánto éxito van a tener las maniobras judiciales que sin duda van a intentar bloquear el veto. 

El segundo escenario, la venta forzada, no es menos cuestionable. Por algo Microsoft y la Casa Blanca analizan incorporar a los inversores estadounidenses que forman parte de TikTok actualmente. El objetivo es matizar la interpretación de la maniobra, alejar la palabra que ya se está pronunciando: expropiación. Los dichos de Trump acerca de la tajada que se debe llevar el Estado ante un eventual acuerdo ciertamente no ayudan a la narrativa. 

Uno podría señalar la contradicción: el país que hace gala del libre mercado y la libertad de expresión forzando a la red social más exitosa y popular del momento a venderse o desaparecer en el país. Uno podría, insisto, empuñar la noticia contra libertarios, reflotar esas noticias del 2015 que comparaban a Trump con Chávez, etcéteras. O podría entender su lógica. No es un ataque contra las reglas de juego: las reglas de juego ya cambiaron. La ironía es doble: Estados Unidos está haciendo con TikTok lo mismo que hizo China con Facebook, Google o Twitter. Trump también está definiendo qué entiende por soberanía digital. 

TikTok se defiende con argumentos válidos: la política de recolección de datos es mucho menos agresiva que la de otras plataformas como Facebook. Apunta también a que la compañía ha abierto “centros de transparencia” en Los Ángeles y retirado servidores de China. Dice que es una empresa privada que jamás ha compartido información con el Partido Comunista Chino y que no lo haría si este lo solicitara. Nada de eso parece importar para el establishment de seguridad estadounidense, que recuerda: la empresa es mayoritariamente de capitales chinos y las leyes de seguridad nacional de Beijing hace que las compañías no se puedan negar a las demandas del Estado. TikTok habló con 2018 y le respondieron con el 2020.  

La disputa dentro de Estados Unidos no se limita a la esfera estatal. De concretarse la operación, Microsoft saltaría al mercado de redes sociales, un espacio en el que tiene una posición marginada pese a contar con Linkedin y Skype. No llama la atención por qué Mark Zuckerberg es uno de los principales lobbistas a favor de la prohibición. Esta semana Facebook presentó Reels, una función dentro de Instagram que busca posicionarse como una alternativa a TikTok. De los 4 CEOs que comparecieron ante el Congreso la semana pasada, Zuckerberg fue quien más hizo hincapié en el contrapeso que deben ejercer las Big Tech contra sus rivales chinos. 

Microsoft, que no fue invitado a participar en la audiencia de la semana pasada, es la compañía tecnológica mejor valorada en China. Pero no es seguro que vaya a lograrse un acuerdo. No hay consenso sobre cuánto vale TikTok, en parte porque Microsoft no compraría toda la empresa sino las operaciones de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Eso también es un escollo para definir de qué manera va a seguir funcionando la aplicación, y si ese esquema va a satisfacer las demandas de seguridad nacional de la Administración. 

  1. Las lecciones en China

Beijing dijo que la maniobra de Estados Unidos expone sus “típicos dobles estándares”. Un editorial del estatal China Daily sostuvo que el país no va a aceptar el “robo” de TikTok y que tiene “muchas opciones para responder”.

Hay dos datos que desalientan una escalada fuerte. El primero es que, a diferencia del caso de los consulados, China no tiene medidas idénticas para tomar, dado que las redes yanquis ya están bloqueadas allá. Y Trump, abocado a una campaña electoral donde la disputa contra China es protagonista, plantea un juego demasiado riesgoso para un Partido que, como contamos la semana pasada, busca evitar una ruptura total del vínculo. ¿Por qué no esperar unos meses más a ver qué pasa ante un posible cambio de gobierno?

El segundo dato, más importante, es que TikTok no es Huawei. La empresa que lidera el desarrollo global en 5G juega un rol vital para su economía doméstica y sus proyectos de expansión. La relación con el Partido, además, es mucho más estrecha que en el caso de ByteDance, que ha tenido roces con el aparato de seguridad por contenido sensible políticamente. Ni TikTok ni su empresa madre son socios estratégicos de Beijing. Para China, la prohibición de TikTok no es comparable con los golpes que viene recibiendo Huawei desde hace unos meses. Es difícil esperar una reacción similar. 

Pero el caso deja una gran lección justamente para empresas como ByteDance, que buscaron un desarrollo por fuera de las fronteras chinas. TikTok, la primera red social que logra convertirse en un fenómeno global, lo intentó todo: contrató como CEO a un ejecutivo de Walt Disney, incorporó varios inversores estadounidenses a su board, sacó servidores y oficinas de China, abrió “centros de transparencia” en California y hasta se plegó al boicot de otras plataformas a la ley de seguridad en Hong Kong. No alcanzó. Para las empresas tecnológicas chinas, el problema no es únicamente la creciente barrera en el mercado estadounidense y apéndices: India, vital por su densidad poblacional, prohibió, además de TikTok, a otras 58 aplicaciones chinas, y el boicot a la importación de tecnología no muestra signos de agotamiento. La experiencia de TikTok, primera red social china que se vuelve global, quizás sea un debut y despedida. 

  1. El futuro de internet

Se dice, se repite, que uno de los riesgos ante estos conflictos geopolíticos es que la internet deje de ser interoperable y se divida en distintas esferas de influencia. Las discusiones sobre el futuro de la red han sido interpretadas como un modelo en miniatura del futuro de la globalización. TikTok es un gran caso de análisis. 

Pensemos en un escenario donde Microsoft adquiere las operaciones de TikTok en Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, y aplica los cambios en la aplicación por los que pide Trump. ¿Cómo va a funcionar la aplicación, con un código y desarrollo particular para estos países y otro para el resto? ¿Va a ser la misma? No serían dos sino tres lógicas distintas: una para China, donde la app se llama Dou yin (抖音) y opera bajo reglas estrictas; otra para Estados Unidos y apéndices bajo el control de Microsoft; y luego el resto del mundo, donde todo seguiría igual. 

Me gustó como lo dijo Jimena Valdez: la globalización se mueve de maneras misteriosas.

¿QUÉ PASA EN EL LÍBANO?

El martes, dos explosiones en el puerto de Beirut sacudieron al país entero. Hay al menos 137 muertos, 3.000 heridos y cientos de miles de personas que se quedaron sin hogar. El causante de la mayor de las explosiones habría sido un cargamento de 2.750 toneladas de nitrato de amonio, un componente utilizado tanto para fertilizantes como para explosivos, que estaba almacenado hace años en el puerto, sin medidas de seguridad y junto a un depósito de fuegos artificiales. De acuerdo a Al Jazeera y New York Times, el cargamento había llegado hace años en un barco ruso abandonado.

Según las autoridades del gobierno y las fuentes en el terreno, se trata de un caso de desidia estatal y no de un atentado, como se especuló al difundirse los videos que registraron la tragedia. 

El Primer Ministro ha anunciado que esta semana presentará un informe de lo ocurrido; mientras tanto ha detenido a los funcionarios de la Autoridad Portuaria de Beirut. Tanto estas autoridades como las del servicio de seguridad, una especie de Gendarmería, dicen haber notificado al gobierno sobre los riesgos del depósito en años anteriores.

Ayer llamé a Said Chaya, especialista en política libanesa, profesor de la Universidad Austral y dirigente de la colectividad libanesa en Argentina. Lo primero que me dijo Said es que su familia –que vive allá– está bien. Un pariente lejano está desaparecido y todos descuentan que está muerto; el resto se encuentra bien físicamente, aunque todavía están en shock, al igual que la comunidad local. Familiares y amigos han sufrido, eso sí, pérdidas materiales. Se estima que más de 750.000 personas viven en zonas de la ciudad que fueron dañadas. 

Me dijo que lo primero que pensó cuando se enteró de la noticia fue que se trataba de un atentado. Luego, después de informarse y hablar con algunos de sus conocidos, decidió que no había herramientas para sostener la versión. Pero su tío, que vive a las afueras de Beirut, hasta ayer pensaba que se trató de un ataque de Israel. Le dijo que había leído noticias –falsas– que mencionaban una supuesta adjudicación. “No había una visión clara de lo que había ocurrido y todavía hay mucha confusión en Beirut”, me dijo Said.

El Líbano sufre hace años dos crisis estructurales: una económica y otra política. La primera, me explicó Said, puede rastrearse desde 2017, cuando Arabia Saudita hizo un retiro de capitales del país. Francia y el FMI acudieron al rescate, pero a condición de un profundo programa de ajuste, que se manifestó con fuerza a principios de 2019. Se aplicaron impuestos a las jubilaciones, se recortó brutalmente el gasto público, se suspendieron las obras públicas y se cancelaron los subsidios a servicios como la electricidad. En octubre la bronca estalló. Para ese entonces la lira libanesa había perdido ocho veces su valor respecto al dólar. El gobierno, víctima de una ley de convertibilidad, se abocó a discutir su reforma, pero no aportó soluciones.

La crisis fue profundizada por el coronavirus. Los desafíos ante la tragedia de esta semana, que deja fuera de funcionamiento al puerto de Beirut, de donde provienen el 60% de las importaciones de un país que produce poco y nada, son mayúsculos. 

La otra crisis es anterior. Desde 2011, dice Said, al calor de la Primavera Árabe, el sistema político libanés comenzó a mostrar esquirlas de fin de ciclo. Demandas transversales empezaron a chocar contra un sistema político deslegitimado, que funciona como un mero reflejo de intereses sectarios. Hay tres actores importantes: el Presidente, cristiano; el Primer Ministro, musulmán sunnita; y el Presidente del Congreso, musulmán chiita. Esa mixtura también se repite en el poder legislativo y en el Consejo de Ministros, donde también figuran otros grupos religiosos minoritarios.“En un país con tanta diversidad, son seis o siete partidos los que mueven el amperímetro. A la hora de negociar, todos los actores piden algo para su comunidad”, me explicó. 

Pero en la última década, una nueva generación de libaneses empezó a tomar las calles. Formulan demandas transversales y se alejan de las etiquetas tradicionales. “Estas tensiones marcan los límites de un sistema que solo habla un idioma sectorial”, me apunta Said. Y agrega que la bronca con la clase política ante la tragedia de esta semana solo amenaza con aumentar, y posiblemente genere un cambio de gobierno. Es una mancha más para este sistema.

Said me dijo que el Líbano vive su peor crisis desde la guerra civil: “Es un país que está en el abismo”. Pero no es la primera vez que pasa. “Yo no sé cómo hace esta gente, pero siempre zafa. Sobrevive y vuelve con toda. Es un pueblo terriblemente resiliente”.

LA DETENCIÓN DE URIBE SACUDE A COLOMBIA

El martes, la Corte Suprema de Colombia ordenó la prisión domiciliaria de Álvaro Uribe por un delito de soborno y manipulación de testigos. Es la primera vez que un expresidente es detenido, aunque en este caso sea preventivamente. Pero Uribe no es un mero expresidente: es todavía el político más importante de Colombia. Padrino político de Iván Duque, amado u odiado pero jamás ignorado, el actual senador, el más votado en la historia del país, marca el pulso en las grandes discusiones que enfrentan a los colombianos. 

Uribe es investigado por un caso que él mismo inició. En 2014, en un debate parlamentario, el senador progresista Iván Cepeda lo acusó de tener nexos con grupos paramilitares y narcotraficantes, una realidad que hasta varios de sus simpatizantes aceptan. Uribe demandó a Cepeda en la Corte Suprema, que abrió una investigación. Esta avanzó unos años y en 2018 dio vuelta la acusación y comenzó a investigar al expresidente por manipular y sobornar testigos, mayormente paramilitares que se encontraban presos, para favorecer su testimonio en el marco del caso. 

“Seré siempre un creyente de la inocencia de Álvaro Uribe”, dijo el Presidente Duque en la primera declaración tras conocerse la noticia. Como venimos conversando desde el año pasado, el uribismo atraviesa una crisis sin precedentes. La figura del expresidente ya no tiene la popularidad que supo tener y su partido, el Centro Democrático, muestra fisuras. El caso ya está profundizando la división entre Duque y las figuras más radicales del oficialismo, que todavía responden al expresidente. De hecho, una parte de la bancada pidió por una Asamblea Constituyente para reformar y “despolitizar” la justicia. Duque, que en primer lugar había tomado distancia, ahora la respalda

La detención de Uribe amenaza con amplificar el desprestigio que ya venía sufriendo el partido mientras radicaliza aún más a sus simpatizantes, que incluyen a dirigentes actuales, lo que se formula como un problema para un presidente carente de base propia. Duque no es –ni muestra intenciones de querer ser– Juan Manuel Santos. La posición del Presidente en las próximas semanas va a ser un gran tema para seguir.

Algunos analistas ya descuentan que la detención va a ser protagonista de las elecciones del 2022, así como el acuerdo de paz lo fue en 2018. La narrativa de los simpatizantes del expresidente –“meten en cana al tipo que más hizo por combatir a las guerrillas mientras las FARC se sientan en el Congreso como si nada”– merece ser tenida en cuenta. Es combustible para una polarización que Colombia prometía dejar atrás. 

PICADITO

  1. Rusia anuncia que va a comenzar con su plan de vacunación; esto es lo que se sabe.
  2. Perú: el Congreso tumba el gabinete de Vizcarra, que deberá formular uno nuevo; vuelve el fantasma del bloqueo.
  3. Se intensifican las protestas en Israel, que ahora marchan fuera de la casa de Netanyahu.
  4. Estados Unidos envía un alto funcionario a Taiwán y hace sonar las alarmas de Beijing.
  5. Ecuador: bloquean la suspensión del partido de Correa; sigue la batalla.

QUÉ ESTOY LEYENDO

Hoy nos quedó afuera la partida de Juan Carlos, rey de España hasta 2014, del país. Un capítulo más en la historia de los “ciertos acontecimientos de su vida privada”, como dice en la carta que le entregó a su hijo, el rey actual. La semana que viene, si el mundo no explota otra vez, un escenario que jamás se puede descartar como bien sabés, quiero que hablemos sobre el futuro de la monarquía. Para eso te podés ir adelantando y leer el perfil que escribió Jon Lee Anderson sobre Juan Carlos, que podés encontrar acá (a partir de la pág 19). Me interesa particularmente la visión sobre el rol que tuvo en la transición y en los primeros años de la democracia, hasta en el gobierno de Aznar. Una función que cayó por su propio peso. 

LO IMPORTANTE

Estoy enloquecido con la entrevista que le hizo Axios a Trump. Acá un fragmento con los cinco momentos más destacables. Las caras del periodista, Jonathan Swan (autor de un newsletter que es una gema) valen oro. Este montaje de Trump entrevistándose a sí mismo también es lo más.

Me quedo con este intercambio, después de que Trump haya dicho que es la persona “que hizo más por la comunidad negra que nadie, con la posible excepción de Abraham Lincoln”. 

–¿Vos crees que hiciste más que Lyndon Johnson, que aprobó la Ley de Derechos Civiles? –le preguntó Swan.

–Creo que hice más, sí –respondió Trump. 

–¿Cómo? ¿Cómo es posible que vos…?

–Hice la reforma de la justicia penal. La reforma penitenciaria.

–Lyndon Johnson. Pasó la Ley de Derechos Civiles.

–¿Y cómo ha funcionado eso? Porque si echas un vistazo a lo que Lyndon Johnson hizo…

–¿Creés que la Ley de Derechos Civiles fue un error?

–Francamente, tomó mucho tiempo.

La cara de Swan cuando Trump dijo que hizo más que Johnson: 

Ahora vas a entender de dónde sale este nuevo template de meme que vas a empezar a ver, que relata también otro gran momento: cuando Trump le pasó una hoja con gráficos a Swan. Va un ejemplo de uso.

Esta entrega ha llegado a su final. 

Nos leemos el jueves.

Un abrazo,

Juan

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Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.