Trudeau, Putin y Støre entran a un bar

Y se ponen a ver resultados electorales. Hoy La Gente Vota se mete con tres elecciones nacionales de renombre por su peso internacional, su impacto a nivel mundial y los temas discutidos: Canadá, Rusia y Noruega. También te voy a dejar algo para leer de Marruecos y te cuento cortito sobre Santo Tomé y Príncipe. Dónde vas a poder seguir Alemania el domingo que viene como un frenético.

Hola, ¿cómo estás?

Volvieron las elecciones nacionales en distintas partes del mundo, con resultados para tirar manteca al techo y sistemas electorales de lo más variado. Hoy no habrá sección de Elecciones Pintorescas porque, bueno, las tres que cubren el tema central lo son en sí mismas.

Aguante todo al cuadrado.

Septiembre caliente

Yo te dije que se venía la temporada caliente de elecciones en el mundo. El tan anunciado como pospuesto ballotage presidencial en Santo Tomé y Príncipe abrió el septiembre electoral el día 5. ¿Te acordás que hubo tole tole con la corrida de la fecha? Bueno, ADI, el que se quejaba y es opositor al gobierno de coalición que lidera MLSTP/PSD, terminó ganando la presidencia 57% a 43% (12.000 votos de diferencia). Así que este maravilloso semipresidencialismo africano va a tener un sillón de un color y otro de otro.

Después vino Marruecos (miércoles 8), Noruega (lunes 13), Rusia (viernes 17, sábado 18 y domingo 19) y Canadá (lunes 20). Como verás, son todos países muy distintos, con muchas diferencias en sus sistemas políticos y distintos grados de desarrollo democrático, tal como indica esta medición de V-Dem sobre la dimensión electoral.

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Canadá y Noruega tienen estándares de desarrollo democrático más altos, Santo Tomé y Príncipe rumbea por el medio pero estable, mientras que Rusia empezó a subir pero se tropezó y terminó con Marruecos casi en el fondo. Este último punto te lo adelanto porque va a ser importante para analizar lo que pasó en el Paraíso Imperial de Putin, pero también para que veas que gran parte de los países del mundo, con todas sus fallas, restricciones y deficiencias democráticas, igual celebran procesos electorales. Las elecciones son necesarias para la democracia, pero con ellas solas no alcanza.

El otro punto comparativo que te quería mostrar antes de empezar a meterme en cada caso de análisis es una actualización sobre las elecciones en pandemia. ¿A qué no sabes qué viene pasando en el segundo semestre de 2021? Desgaste, ya te siento.

Trudeau se la jugó y ganó (ahí nomás)

Las elecciones del lunes pasado fueron convocadas por solicitud de Justin Trudeau, primer ministro liberal, a la gobernadora general Mary Simon, delegada de la Reina Elizabeth II y encargada de disolver la Asamblea cuando así se lo solicita quien dirige el gobierno. Esto se debe a que Canadá tiene un sistema parlamentario que reconoce a la monarca de Reino Unido como su jefa de Estado, quien designa a una representante suya en territorio americano. Además, como buenos hijos británicos, los canadienses adoptaron el sistema político de Westminster, caracterizado por los distritos uninominales a simple mayoría de votos, con el aditivo diferencial de que funcionan en un federalismo. Parecidos a Reino Unido, pero también a Estados Unidos. La Asamblea está conformada por 338 bancas desde 2015 (anteriormente tenía 308) y quien logra mayoría propia o en coalición, pone al primer ministro. De manual.

¿Y por qué hubo elecciones si tocaba en 2023? Porque Trudeau quiso someter a escrutinio público el liderazgo del país en tiempos de pandemia. Se ve que no leyó el informe que preparamos en Cenital. Que alguien se lo mande, por favor. ¿Y quién es Justin Trudeau? Bueno, además del premier de las medias cancheras que despierta suspiros, el dirigente político que devolvió al Partido Liberal de Canadá a su época de esplendor. La historia viene más o menos así. Desde 1993 los liberales, que en realidad son social-liberales más progres, venían gobernando solos con mayoría absoluta y sin necesidad de recurrir a aliados. En la oposición y siempre al acecho, el Partido Conservador, volcado a la derecha. En las elecciones federales del 2004 fue la primera vez en 11 años que el PL no ganó por más del 50%, situación que los obligó a gobernar en minoría por primera vez. Para colmo de males, en noviembre de 2005 toda la oposición unida aprobó una moción de censura en contra del primer ministro Paul Martin por escándalos de corrupción en el oficialismo. Esto generó, sin dudas, una pérdida de votos y bancas para el PL, que empezó una paulatina pero sostenida caída hasta las elecciones de 2011 inclusive. Ahí tocaron fondo, alcanzado solamente 34 bancas, el peor registro de su historia. Para colmo de males, todo ese período fue de dominio de sus rivales, los conservadores, que lograron el primer gobierno mayoritario de derecha desde 1988. Todo mal, mirá.

Fuente: elaboración propia en base a Wikipedia.

Acá es donde entra en escena Trudeau. Agarró el partido en abril de 2013 y recuperó la senda de la victoria. Como se ve en el gráfico, no solo creció en votos de manera repentina, sino también en bancas. Pudo gobernar con mayoría propia en su primer mandato, y en 2019 apelar a sus socios del Nuevo Partido Democrático, el Bloc Québécois y el Partido Verde, todos del lado izquierdo de la vida. Llegó así a las elecciones del lunes pasado con la confianza de que el 63% de los canadienses que había apoyado a alguno de los partidos de corte progresista iba a revalidarlos en las urnas. La jugada no le salió mal: todo quedó bastante parecido a como venía desde la elección anterior.

Un comentario sobre la ingeniería electoral. ¿No te llama la atención que se vea una marcada disparidad entre la proporción de votos y la proporción de bancas entre los partidos? Eso es producto del sistema mayoritario a distritos uninominales. Suele pasar en este tipo de regímenes electorales que el voto nacional agregado es una cifra y el peso en bancas en el Parlamento es o menor o mayor. A veces mucho y en cualquier dirección. De hecho, un dato para los suspiros de Trudeau: las elecciones de 2019 que lo confirmaron en el cargo fueron las primeras en la historia de Canadá donde ningún partido superó el 35% del voto popular. A pesar de eso, pudo gobernar, ganar y gustar. Lo que importa son las bancas.

Putin sigue arriba y no lo pueden bajar

Que Vladimir Putin sea el amo y señor de toda Rusia tiene dos maneras de verse. La primera es la naif que plantea que el apoyo electoral coincide con apoyo a su liderazgo, su gestión y su partido político. La real se asocia más a la manera en que funciona la democracia por allá. Con esto me refiero a que, si bien se celebran elecciones, existen serias fallas en cómo está funcionando un régimen político que se asume, se promueve y se sostiene en el involucramiento ciudadano en sus asuntos públicos. De todas las estrategias a las que recurrió el Partido Rusia Unida, tal vez la que más te llamó la atención fue la de los candidatos clones: dos oficialistas se cambiaron el nombre, el apellido y se cortaron el pelo para parecerse al opositor. Sí, a mí también. También hubo campaña sucia contra el Partido Comunista, principal opositor, junto a vetos y presiones para que no se presenten quienes no coinciden ni un poquito ni del todo con Putin. “Democracia”.

Desde la caída del Muro de Berlín que Rusia tiene un régimen semipresidencial, con un presidente electo de manera directa y un primer ministro que surge de la mayoría del parlamento. El ciclo electoral está desfasado, como solía pasar en Francia hasta fines de la década del ’90. El mandato presidencial empezó durando 5 años desde las primeras elecciones libres en 1991, para pasar a ser de 4 años a partir de 1996 y así hasta el 2012. En 2008, Dmitri Medvédev lo extendió a 6 años y, con la reforma constitucional aprobada por referéndum el 1 de julio de 2020, Putin puede gobernar hasta 2036 sin límite legal. Las elecciones legislativas, salvo las dos seguidas de 1991 y 1993, se celebran cada 4 años. Hasta el cambio de 2012, se desarrollaban siempre el año anterior a la elección presidencial. Este desacople, claro, no le generó problemas al putinismo, sino todo lo contrario.

Además de estas cuestiones, el sistema electoral claramente opera a favor del oficialismo. La elección presidencial utiliza el sistema de mayoría absoluta con ballotage, solamente utilizado una vez en la historia y ganado por Boris Yeltsin en 1996. En todas las demás, siempre triunfó el oficialismo de turno en la primera vuelta. En lo que respecta a la elección legislativa, la Duma está integrada por 450 bancas, las cuales se reparten por un método mixto: 225 por representación proporcional en listas partidarias y las 225 restantes por elección mayoritaria en distritos uninominales. Compará el tamaño que tienen e imagínate un rato la política de distrito. Escalofríos.

¿Qué pasó, entonces, el viernes, sábado y domingo pasado? Nada, business as usual. Se preveía un golpe más duro a Rusia Unida y Putin, con posible pérdida de bancas, votos y un consecuente crecimiento opositor. Nada de eso pasó. Si bien se habló de pérdida de apoyo ciudadano y de una caída respecto de las elecciones legislativas de 2016, el porcentaje perdido es más bien marginal. El gobierno sigue manteniendo los 2/3 parlamentarios necesarios para gobernar con comodidad, ajustando las reglas del juego a gusto y piacere. Fijate el próximo gráfico, que incluye elecciones presidenciales (en naranjas y amarillos) y las correspondientes a la Duma (en azules y celestes).  

Fuente: elaboración propia en base a Wikipedia.

Desde la salida del poder del Partido Comunista, siempre ganó el oficialismo las elecciones presidenciales. Las legislativas no tanto, como ocurrió en el período presidencial de Boris Yeltsin. En 1993 y 1995 ni el Partido Elección Rusa ni el Partido por la Unidad y el Acuerdo superaron juntas el 20%. Lo mismo pasó en 1995 con Nuestra Casa-Rusia, que apenas superó el 10%. Como verás, además de la dificultad de lograr mayorías, este período de la política rusa se caracterizó por los cambios constantes de nombre para los partidos de la post-transición a la democracia, además de una altísima dificultad para mantener la disciplina de las bancadas parlamentarias. Era todo medio un despelote. Esperable, claro.

Todo empezó a cambiar bastante cuando Vladimir Putin fue ungido primer ministro por Yeltsin antes de las elecciones de 1999, además de designarlo como su sucesor a la Presidencia de Rusia. A partir de ahí, el oficialismo, primero llamado Unidad y después Rusia Unida, empezó a crecer en votos en elecciones presidenciales y a romper la barrera del 50% de la Duma. Al mismo tiempo, el siempre opositor Partido Comunista se hizo cada vez más chiquito. En paralelo, claro, el grado de democracia electoral (V-Dem) empezó a caer hasta llegar, como viste antes, a valores más cerca de Marruecos que de Noruega o Canadá. Podría haber seguido la senda del crecimiento, pero no. Sí, “democracia”.

La vuelta de la socialdemocracia noruega con Jonas Støre

El lunes pasado Juano te contó cómo fue la campaña electoral en Noruega de manera magistral. Hicimos coalición, y yo me quedé con la ingeniería electoral. El sistema es una belleza digna de un país pluralista equilibrado. El Parlamento tiene 169 bancas, de las cuales 150 se reparten de manera proporcional en los 19 distritos en que se divide el país. El voto ciudadano es por lista partidaria, las cuales tienen entre 4 y 19 integrantes, dependiendo el peso demográfico de cada departamento. Acá viene la magia. Hay 19 bancas adicionales que son repartidas para compensar a aquellos partidos que reciben una proporción de escaños menores a la proporción de votos alcanzado a nivel nacional. Por ejemplo, si sos un Partido Animalista que siempre anda rascando para entrar al recinto, sacaste 6% de los votos pero te toca 5% de las bancas, te dan alguna/s más para que estés contento. Re piola. Ahora, reciben bancas todos aquellos que sacan al menos 4% de apoyo ciudadano, tanto para el primer reparto como para el nivelatorio.

En estas elecciones sí pasó algo que hace rato no pasaba. Por primera vez en 20 años los 4 países nórdicos continentales (Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca) tendrán partidos socialdemócratas o laboristas en el poder. Claro, si a Støre le sale bien la rosca. Fue, como te contó Juano, uno de los partidos que abordó la agenda verde en campaña, aunque de manera un poco tibia. Como buenos socialdemócratas. Siendo el tema que dominó la discusión pública en estas elecciones, ¿cómo les fue a los abanderados de estos temas en elecciones recientes? En el próximo gráfico podés ver la proporción de bancas ganadas por el espectro más progresista de partidos en Noruega: el Laborismo, la Izquierda Socialista, el Partido de Centro (fundado en 1920 como Partido Agrario -Farmer’s Party-) y el Partido Verde. Arranca en 1989 porque ahí fue fundado el Partido Verde, principal abanderado noruego del cambio climático.

Fuente: elaboración propia en base a Wikipedia.

El peso parlamentario de quienes asumieron la agenda de la transición energética con más énfasis en estas elecciones nunca fue muy grande desde fines de los ‘80. La Izquierda Socialista, más a la izquierda que el Laborismo, nunca superó el 15% del Parlamento y recién empezó a recuperarse en 2013. Por otro lado, el Partido Verde, creado en 1989, solo entró al recinto en ese mismo año y recién en este 2021 llegó a las 3 bancas. No pareciera haber mucho interés en cambiar las perversiones de las que habla Ernesto Semán. De modo que la clave para implementar una agenda de cambio ambiental potente dependerá mucho de la voluntad del Laborismo y del Partido de Centro, anteriores socios de gobierno entre 2005 y 2009, y 2009 y 2013, junto a la Izquierda Socialista. La trampa del parlamentarismo: cambiar un poco para que nada cambie.

Recuelectorales

  • Si te quedaste manija con Noruega, el gobierno conservador saliente de Erna Solberg le encargó a una comisión especial una reforma electoral en junio de 2017. El informe de 753 páginas fue publicado en mayo del año pasado. Sugiere algunos ajustes al sistema, que serán implementados a partir de las elecciones parlamentarias de 2025. No tiene desperdicio.
  • La entrada de Wikipedia en inglés sobre las elecciones legislativas en Marruecos es muy completa. Campaña, contexto, sistema electoral y resultados.
  • Directorio Legislativo sacó un nuevo informe de Imagen del Poder, un cálculo sobre el apoyo presidencial en América Latina a partir de datos de encuestas. ¿Qué me llamó la atención? Pedro Castillo de Perú y Guillermo Lasso de Ecuador asumieron casi juntos, solo que el primero ni está teniendo una luna de miel. Mientras que Jair Bolsonaro de Brasil y Alberto Fernández de Argentina tienen la misma evolución temporal de apoyos y rechazos: correlación, no causalidad.

Notielectoral

  • A fines de agosto cerró el plazo para presentar candidaturas presidenciales en Chile, de cara a la primera vuelta de noviembre y (casi segura) segunda vuelta de diciembre. Acá podés ver en detalle una por una. Fijate que hubo distintos tipos de primarias, unas organizadas por el Estado y otras por cada partido/coalición en fecha diferenciada. Para pensar. Y acá podes ver por qué dieron de baja dos de las postulaciones.
  • Hoy Franco Delle Donne compartió una magia absoluta: una guía rápida para conocer a los partidos políticos que se quieren quedar con el sillón de Merkel el próximo domingo. No tiene desperdicio. Si no sabes qué hacer ese día, buscalos a él y a Raúl Gil Benito en Twitch desde las 11 hs Argentina. Si yo sé qué es, vos también deberías.

Recordá que, por ser parte de este prestigioso club electoral, podés estar al día con el Google Calendar Electoral (acá desde tu compu y acá desde tu celu) y/o con una lista de Twitter que nutre a La Gente Vota. 

Un abrazo electoral, cuidate y nos vemos en dos semanas,

Facu

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Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy me encuentran dando clases en UBA y UTDT. Me encantan las elecciones y me sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tengo es aprenderme la historia de los partidos políticos. Creo que la política marida muy bien con un tinto.